Si nos vemos a la distancia y nos reconocemos de inmediato. Si después de tanto discutir y separarnos por algún tiempo nos encontramos nuevamente y sonreímos sin decir nada. Si al pensar cada noche y rememorar los recuerdos al presente, advertimos que el tiempo no a pasado entre nosotros. Si un “adiós” es un “hasta pronto”, y un “jamás volveremos a estar juntos”, un “intentémoslo nuevamente”. Si un “reproche” es una caricia y un “enojo” una preocupación. Si permanecer juntos, jamás lo fue tanto como cuando la distancia marco nuestro “tiempo” y la preocupación, calo hondo en el “que será de ti en estos momentos”. Si aquellas lagrimas que acarician nuestros rostros, cada ves que el recuerdo se torna testarudo y no abandona la sensibilidad que hoy nos desploma. Si aun antes de dormir, nos hablamos a la distancia. Si cada sueño lo hicimos realidad, y hoy paradójicamente nuestra realidad se convirtió en sueños. Si jamás sentimos la necesidad de reclamar lo “tuyo” y lo “mió” por que ambos preferimos llamarlo “nuestro”.